«Me gradué de técnico medio en Gastronomía y trabajé un año como dependienta gastronómica, pero me di cuenta que no me sentía bien interactuando con el público, y aquí descubrí lo que en realidad me gusta: trabajar la tierra. Aunque hago lo que me manden, prefiero limpiar los canteros y recoger las cosechas. Me siento feliz cuando veo a las personas comprar un producto que sé que pasó por mis manos».
Esta joven, residente en la calle 27 del reparto Buena Vista, también contribuye con la economía familiar. En el patio de la casa tiene canteros sembrados con tomate, ají, pepino, cilantro… y su esposo la ayuda en esa importante faena. Los productos que allí se cosechan son destinados al autoconsumo y compartidos con los vecinos.
Madre de una adolescente de 15 años, Mairelis encontró en el cultivo de la tierra su verdadera vocación. Aun así, a sus 33 años no ha renunciado al sueño de ingresar a la Universidad y seguir el ejemplo de su hermano, que es médico y hoy cumple misión en la República Bolivariana de Venezuela.
«Mientras pueda seguiré haciendo producir la tierra, aseguró, porque para mí no existe mayor alegría que ver crecer los sembrados y alimentar a la familia con el fruto de mi esfuerzo y dedicación».